Abogadas, notarias, procuradoras, trabajadoras de banca, asesoras, gestoras… nuestro sector está plagado de desafíos, desde casos complicados hasta largas horas de trabajo. Sin embargo, hay un enemigo silencioso que afecta a muchas de nosotras: el síndrome de la impostora. Esta realidad puede afectar la confianza de incluso las mujeres más exitosas, haciéndolas dudar de su valía y capacidad profesional.
El síndrome del impostor se manifiesta de diversas formas, desde la sensación persistente de no ser lo suficientemente buena hasta el miedo paralizante de ser descubierta como una fraudulenta. Estas creencias autodestructivas pueden tener un gran impacto en la salud mental, llevándonos a cuestionar constantemente nuestros logros.
Pero ¿por qué este fenómeno está tan presente en nuestra profesión? Parte de la respuesta radica en la cultura legal, que a menudo promueve una mentalidad de perfeccionismo y competencia feroz. Estamos presionadas para demostrar nuestra valía en un campo dominado por hombres, lo que puede generar sentimientos de autoexigencia desmedida.
Es hora de desafiar este status quo y reconocer que el síndrome del impostor no es un signo de debilidad, sino una respuesta comprensible a un entorno profesional exigente. Necesitamos crear espacios seguros donde podamos compartir nuestras experiencias y brindarnos apoyo mutuo.
Debemos aprender a reconocer y desafiar nuestros propios pensamientos autocríticos. Debemos recordar que el éxito no se define por la ausencia de dudas, sino por la capacidad de seguir adelante a pesar de ellas. Necesitamos celebrar nuestros logros, por pequeños que sean, y recordarnos a nosotras mismas que merecemos estar donde estamos.
Es hora de desafiar las voces internas que nos dicen que no somos suficientes y reclamar el lugar que nos corresponde en nuestra profesión.
Juntas, podemos construir un futuro donde sentirnos seguras y valoradas y para alcanzar el éxito y satisfacción profesional.